Escuchar un llamado

Un día, en el 2010, recibí la llamada de una monja. Me invitaba a participar como payaso en un festival de arte. Pero mi número estaría fuera de concurso; se trataba de un favor. Necesitaban solucionar un espacio muerto de 15 minutos mientras hacían un cambio de escenario detrás del telón de boca. Esto me obligó a ampliar mi número a 15 minutos. Terminado el festival y concluida la presentación escuchaba comentarios en el lobby del teatro como: “Por qué no gano el payaso si fue lo mejor?” Empecé a escuchar esto como un “llamado”. Me hacía feliz ser payaso en el escenario y la gente lo disfrutaba.